domingo, 19 de abril de 2009

Paseo al Roque de Taborno.

Muchachos/chachas, antes de entrar e materia una advertencia. Si alguna vez van a caminar a un bosque de laurisilva, ¡cuidadín! Casi siempre está lloviendo aunque en el cielo luzca el sol, y el camino es peligroso. Se les puede poner el culo muy malito. Miren las huellas de unas posaderas.


Y lo peor de todo es que si tienen mala suerte y la palman, aquí la gente tiene por costumbre ponerles una cruz y a algunos, incluso, un cristo. ¡Para toda la eternidad, porque no hay dios que se atreva a quitarlas!


Un día les voy a poner una recopilación de todas las fotos de cruces de difuntos que tengo. Manolo se va a ir patas abajo.

El Paseo de hoy fue a Taborno en el Macizo de Anaga, unas de las formaciones más antiguas de la isla, 9 millones de años, casi los mismos que Malatesta, ¿o era Matusalén?.
Con la ilusión de capturar un buen amanecer llegué al lugar todavía de noche, pero no pudo ser, una espesa niebla lo impidió. Me salió esto. Menos da una piedra.




El Roque de Taborno es el picacho que se ve a lo lejos. Vamos a ver si llego con las posaderas intactas.

Caserío de Taborno con el Roque detrás.


Hay que rodear el Roque de Taborno.



Me encontré a este hombre en el sendero, me acompañó durante 45 minutos. Iba a sulfatar la viña, a unas huertas que tenía tras el Roque de Taborno en el borde del acantilado, sin otro medio de transporte que las piernas. Es la única forma de llegar. Cuando vendimiaba subía la uva a cuestas. Iba maldiciendo su suerte.
¡Nos quejamos de vicio! El que me diga que los vinos canarios son caros le doy en los piños.


Seguí mi ruta y el hombre se perdió acantilado abajo por ese camino, a sulfatar sus viñas de uva blanca.


Vistas desde Taborno.





Fueron 4 horas para unos 10 kilómetros. La Princesa no me acompañó. ¡Regale uno fotos para esto!

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